Cuando no era más que uno solo, lo llamé, y lo bendije (Isaías 51:2)
Siempre que Dios ha requerido de alguien que haga algo grande, se lo ha enviado a un refugio solitario. Lo ha llamado para que vaya solo. ¡Cuán solitarios andaban los profetas de Israel! Juan el Bautista estaba solo en medio de la multitud. Pablo tuvo que decir: "todos me han desamparado". Y ¿quién ha estado más solo que nuestro Señor Jesucristo?
Las victorias de Dios no las ganan las multitudes. El hombre que se atreve a ir donde otros retroceden, se encontrará solo, pero verá la gloria de Dios (Gordon Watt).
Hay un misterio en el corazón humano: aunque estemos rodeados de un gran ejército de personas que nos aman, y cuyo amor correspondemos, hay momentos en que cada uno de nosotros tiene la sensación de absoluta soledad. El amigo más apreciado es ajeno a nuestro gozo, y no puede comprender nuestra amargura. "Nadie puede entender realmente lo que pasa en mis sentimientos", es el clamor que eleva cada uno en su tiempo, cuando vaga solitario. No importa cuál sea nuestra suerte, cada corazón, ¡profundo misterio! debe vivir su vida interior en soledad.
Y ¿sabes cuál es la razón? Es porque Dios desea nuestro amor: desea ocupar el primer lugar en cada corazón. Por eso guarda para sí la llave secreta, para abrir todos los rincones y bendecir con perfecta compasión y santa paz al corazón solitario que acude a Él. Por eso, cuando sientas esta soledad, tan por cierto que Jesús te dice: "Ven a mí". Cada vez que te sientes incomprendido, su voz te llama, porque Cristo solamente puede dar satisfacción al alma. Aquellos que caminan con Él cada día jamás sienten la soledad.
Fuente: Manantiales en el desierto - Tomo 2 (Sra. Cowman)
ESCRIBO POESIA
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