Hacía ya bastante tiempo que tenía pensado este artículo, pero claro está, es muy difícil tratar este tema por varias causas.
Entre todas esas causas podemos citar el cuidado que hay que tener cuando atacamos a un ser sumamente peligroso, dominante y persuasivo. Ya lo dice un viejo refrán que en algún momento oí: "PELIGROSO CABALLERO ES DON DINERO"
Pero el deber de sacar a luz unas cuantas cosillas que tenemos asimiladas erróneamente es más fuerte. Creo que nuestro deber como cristianos es siempre decir la verdad. La Biblia misma nos dice que el que sabe hacer lo bueno y no lo hace le es contado por pecado, y yo no quiero un pecado más a mi lista, ya tengo bastantes que cometo sin querer, como para agregar uno que cometo a sabiendas. Es por eso que voy a decir lo que opino.
Si comenzaste a leer este artículo porque el título era lo que necesitabas, ya lo puedes ir dejando. No vas a encontrar la fórmula de hacerte rico sin morir en el intento.
Cuando te haces rico mueres.
Y lo digo en cualquier sentido, en el sentido de la frase que se te ocurra.
Si te haces espiritualmente rico, mueres: a tu ego, a tu yo orgulloso y deseoso de fama, a tus pecados, al mundo, a la carnalidad, mueres a todo lo humano para nacer a algo más grande: tu nuevo ser espiritual. Pero este no es el tema del que quiero hablar.
En cuanto a hacerte rico en términos de dinero... Bueno, si te haces millonario o algo similar también mueres. Pero en este caso esta muerte no es buena. Mueres a Dios y a su Espíritu. Mueres a la generosidad. Mueres al trabajo desinteresado y al amor al prójimo.
Vamos... Dime la verdad. ¿Qué harías si ganaras un millón de dólares en este instante?
La cuestión es que para evitar esta muerte, deberías ser un santo a la altura de Jesús. Sabemos que, por lo que la Biblia dice acerca del rey Salomón, no hubo persona, hombre sobre la tierra (aparte de Jesús), más sabio que él. Por eso quiero citar unas palabras suyas:
"Dos cosas te he demandado;
no me las niegues antes de que muera:
vanidad y palabra mentirosa aparta de mí;
no me des pobreza ni riquezas;
manténme del pan necesario;
no sea que me sacie, y te niegue, y diga:
¿Quién es Jehová?
O que siendo pobre, hurte,
y blasfeme el nombre de mi Dios"
(Proverbios 30: 7-9)
Si entiendo bien estas palabras, traducidas a nuestro lenguaje y a nuestro tiempo, Salomón le estaba pidiendo a Dios... ¿VIVIR CON EL SUELDO JUSTO? ¿VIVIR DE SU TRABAJO?
Cómo es eso posible, cuando hoy escuchamos por todos lados que "SI SOMOS POBRES ES PORQUE ESTAMOS EN PECADO" ¿De dónde salió tal idea? ¿Es que acaso entonces Jesús y sus apóstoles eran unos pobres pecadores por no tener un lugar donde recostar su cabeza?
Vaya idea.
Pues es justamente eso lo que muchos dicen sobre sus púlpitos, claro que con palabras hermosas.
Pero vayamos al Nuevo Testamento, ya que puede alguien decir que el Antiguo Testamento era para los judíos. ¡Peor! En el Nuevo Testamento, Jesús mismo condena en muchísimas ocasiones la ansiedad, el afán por el dinero y por las riquezas, la acumulación de tesoros.
Basta con recordar el pedido que le hizo al joven rico. Basta con recordar aquella parábola del hombre que acumulaba en graneros y cuando tenía suficiente para vivir como millonario, muere. Basta con recorrer las numerosas advertencias que Jesús les hace a sus discípulos de no cobrar por sus oraciones, por los milagros hechos, por las bendiciones o ayudas dadas a los pobres. Basta con recordad que en algún lugar perdido de la Biblia, en algún momento leímos que es más bienaventurado dar que recibir, que es mejor dar a quien no tiene con qué pagarnos ni devolvernos el favor. O recordar aquel consejo de NO ACUMULAR TESOROS EN LA TIERRA, donde la polilla y el orín corrompe y los ladrones entran a robar (y a esta parte no podemos darle significado simbólico)
Lamentablemente, para algunos pastores (digo pastores, que es un lugar más abajo que siervos de Dios, entiéndase bien), parece que un huracán terrible o un gran incendio les ha echado a perder su Biblia, o que cuando la compraron le faltaban hojas, porque estos pasajes nunca los mencionan. Han introducido en la iglesia la meditación trascendental y guían al pueblo del Señor a entrar en un estado de visualización, que los orientales, reikistas o parapsicólogos llamarían Estado ALFA (tal vez lo han escuchado nombrar).
En otras ocasiones he dicho que no tengo estudios teológicos profundos, ni soy pastor o algo parecido. Pero tengo algo que a muchos de ellos les falta (no digo a todos, pero a muchos) y es el sentido común y el temor de Dios. Usando el temor de Dios, el Santo Temor, no el miedo liso y llano que muchos tienen de irse al infierno, puedo decir sin pelos en la lengua lo que opino y creo verdad. Como dije también, no quiero que se me cargue a mi cuenta un pecado de omisión por no decir la verdad que me es revelada.
Por otro lado, usando el sentido común, yo no me imagino a Cristo ni a sus doce con vestidos bordados de oro y piedras preciosas, o con mayordomos que les sirvan el desayuno. Usando el sentido común sé que si Cristo hubiese tenido todo eso, lo primero que hubiera hecho es venderlo para dar de comer a sus vecinos desamparados. No, no me imagino a Cristo desperdiciando en un corte de pelo a la moda o en un traje extra para predicar el domingo ninguno de los denarios ganados con su trabajo (porque él trabajaba... ¿sabías eso, verdad?).
En algún momento de mi vida cristiana también me vi seducida por la esperanza de que Dios quería que fuera millonaria, de que tuviera mucho dinero al menos, si no lograba lo otro y lo que es mejor... con poco esfuerzo. Sólo "estirando la mano para tomar del árbol que Dios me había preparado tooooodos esos regalos que en algún momento en el cielo me mostraría, recriminándome por no haberlos tomado en la tierra". La verdad es que no veo a Dios haciendo eso. No veo a Dios diciéndome: "Ja, ja, mirá todo lo que te perdiste".
No señor, veo a un Dios amoroso, abriéndome los brazos como el padre de ese hijo pródigo. Veo a un Dios dándome las perlas de mi corona, una por cada alma ganada.
Pero tampoco quiero decir con esto que está mal tener dinero. En absoluto. Hay quienes heredan mucho. Hay quienes ganan sus bienes con duro trabajo.
Solamente estoy en contra del dinero fácil. De la lotería del "MILAGRO EN SU ECONOMIA". Estoy en contra de las cosas que hacen que el dinero o el bienestar sea más importante para nosotros que el trabajo para Dios.
Observemos nada más que es muy fácil pedir al Señor un milagro económico, pero nos cuesta horrores dar un diezmo de nuestro sueldo. Decimos: "Bueno, a Dios no le importará que usemos este dinero para una buena obra", pero cuando El no nos da lo que le pedimos, pensamos en nuestro interior un montón de cosas que no voy a decir porque me parecen obvias.
Lo último que voy a decir es algo que cito de la Palabra de Dios:
"Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas"
(Mateo 6:24)
Con tan pocas palabras encuentro la base de la felicidad cristiana. Algunos creyeron que la misma se hallaba en la prosperidad, es verdad, pero la prosperidad viene de Dios y nadie dijo en ningún lugar de la Biblia que la prosperidad se llamara dinero. Además, la prosperidad se toma de la mano de Dios, y como vimos en este versículo, el dinero es su competencia. Si compite con Dios, significa que quiere ocupar su lugar.
Muchos han creído erróneamente que el tener algo más de dinero en casa les solucionaría algunos problemas graves. Yo fui una de esas personas. Aún hoy me cuesta confiar en el Señor cuando falta el trabajo, sin embargo, El siempre ha sido amoroso y me ha sostenido con su mano, mostrándome en los peores momentos que mi vida no depende de algunos billetes. Me faltaría tiempo y espacio para contarles las formas misteriosas en que me lo ha hecho notar. Pero también en esas situaciones me ha dado la confianza y me ha enseñado que soy capaz de creer en El y de confiar en El como mi proveedor, por lo que le estoy agradecida, ya que desconocía esta característica en mí.
¿Tú crees que un trabajo mejor pago, más horas extra, más clientes, un aumento de sueldo, serían la solución para tu situación? Pues búscalo, pero no dependas de ello. Tu felicidad no vendrá con un milagro económico, quién te ha hecho creer eso. La Biblia dice que "raíz de todos los males es el amor al dinero (1 Timoteo 6:9-10). Puedes leer toda la carta a Timoteo si lo deseas. Es corta y entenderás de lo que hablo.
Mi pregunta, siendo la Palabra de Dios tan clara en este aspecto es: ¿Quién se atreve a contrariar las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, para acomodar su Palabra a sus propias necesidades?
Amado hermano, no te confundas. Antes de creer cualquier cosa, te doy un consejo sano:
SI TU CORAZÓN ESTA INQUIETO, LEE LA BIBLIA.
Y para finalizar recuerdo las palabras de un grandioso hombre de Dios, el Rev. Omar Cabrera (padre), quien decía que cada palabra que saliera de su boca la examináramos a la luz de las Escrituras. Y si hallábamos algo que contradijera cualquiera de los principios de Dios, como hombre él podía equivocarse, lo echásemos a la basura. Quiero darle este pequeño homenaje a aquel siervo del Señor, que supo armarse de una humildad entrañable, recordado y amado por muchos.
En un momento un colega le preguntó por qué la gente lo amaba tanto y él respodió: no es que la gente me ame, es que yo amo a la gente.
Eso es todo.
Hasta la próxima.