IGLESIAS PEQUEÑAS

Nunca entendí mi obsesión por las iglesias grandes.
Durante muchos años vagué de un lado a otro sin poder interpretar los tiempos y los designios de Dios para mi vida, todo eso hasta que comencé a notar que no era la cantidad de personas sentadas en los bancos de la iglesia, ni tampoco la cantidad de los que iban a orar los días de culto especiales (dado que en muchas ocasiones era el único rato de oración que "algunos" tenían en la semana).
Lo que realmente me motivó era ver, que a pesar de no ser más de treinta o cuarenta personas, se podía hacer algo grande.
Poco a poco empecé a acercarme a mis hermanos y entonces Dios obró el milagro.
Me sentí renovada, nueva, libre.
Y ése era Jesús.
Es ahora justamente que quiero agradecerle a mi Señor y motivarte para que tu fe no falte ante la duda de otros, para que tu amor no mengüe ante la frialdad de otros, que tus sueños no se esfumen ante el pesimismo de otros. Aunque esos otros sean tus propios hermanos. Los de tu casa. Tus seres queridos.
Nunca vamos a entender al mundo, porque el mundo no va con nosotros.
Pero al menos, extendamos la mirada hacia adelante. Con Jesús se puede.

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