En muchas ocasiones nos vemos con ganas y deseos de ayunar, de rendirle a Dios esa parte de nuestra vida, de dejar a un lado los deseos y necesidades físicas y poder acercarnos a su Presencia para...
Y aquí es donde comienza el problema y nuestra frustración.
Cuando el ayuno no funciona.
Cuando no podemos cumplir con lo propuesto.
Cuando nos sentimos peor que cuando comenzamos.
Es entonces cuando debemos plantearnos por qué ayunamos.
Está muy de moda en los últimos tiempos la doctrina de la bendición sin esfuerzo. La moda de que Dios da generosamente pero no tenemos que retribuir con nada porque, al fin de cuentas, es nuestro Padre. Pero cuando vamos a su corazón, cuando abrimos el nuestro, vemos que el ayuno realmente tiene un propósito mucho mayor que el conseguir algo material. En sí diría que es totalmente lo opuesto.
El ayuno nos llama a negarnos a nosotros mismos, nuestros deseos mundanos y banales. Qué mejor manera de describirlos que con la palabra materialismo, ansias de poder, de reconocimientos, de ser vistos, y de ser grande delante de los hermanos, de ser alguien en la iglesia. Debemos reflexionar cada vez que comencemos un ayuno. Nuestros motivos pueden parecer puros, pero en el interior esconder muchas cosas que no alcanzamos a distinguir conscientemente.
Pueden dejar sus comentarios y opiniones, serán bien recibidos.
DIOS LES BENDIGA.
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