El Señor de la obra
En una ocasión leí una frase, ya no recuerdo de quién que me impactó muchísimo. Tampoco recuerdo bien la frase, digamos que tengo una mala memoria textual, pero se dice que cuando uno comprende bien lo que lee, esto genera un conocimiento que no se borra. Por eso, con la Biblia, por ejemplo, es mi opinión que antes de memorizar textualmente versículo y cita (lo que no está mal), se tenga cuidado en comprender lo que se lee por poco que sea, para que este concepto no se borre. Con el tiempo, el texto se irá fijando en nuestra mente y también aprenderemos el versículo.
Pero para no irme de tema vuelvo a la frase que leí. Era una pregunta: ¿Estamos sirviendo al Señor de la obra, o vivimos para la obra del Señor?
Creo que los más grandes inconvenientes en las congregaciones actuales es la sobreestimación de la obra. Todo se hace para la obra del Señor. Salimos a evangelizar para que nuestros asientos estén llenos, perfeccionamos pastores y líderes, abrimos células, formamos grupos.
Pero en todo esto hay pequeños espacios para dedicarle al Señor de la obra.
A veces creemos que darle crédito a la obra está bien, y no me opongo, pero Dios, que hizo la obra, es más importante.
Estamos tan ocupados en las obligaciones de la iglesia, con la excusa válida y genuina de que todo es para bien de la gente, que nos olvidamos que Dios no necesita de nosotros para hacer lo que quiere. No necesita de nosotros para que alguien se vuelva al evangelio, ni para sanar una enfermedad, ni para que ocurra un milagro. ¿Por qué nos creemos que sí? ¿Por qué nos enorgullecemos de que una oración hecha por nosotros trajo sanidad a una persona enferma?
No digo que no se deba hacer, sólo enfatizo la tremenda y desmedida importancia que hay en la actividad eclesiástica hoy en día, que nos deja poco tiempo para ministrar al Señor, lo cual es lo único que tenemos para darle que no nos haya dado El: nuestra alabanza. Si lo pensamos, todo lo demás lo hacemos por dones que El nos da o por cosas que El nos pide. Pero la alabanza sale de nuestro corazón, por amor, no por obligación.
Y hay muchísimas cosas a las que llega este punto de reflexión, y sería demasiado extenso hablarlo ahora.
Dije que Dios no nos necesita para hacer su obra, es verdad, pero aunque no nos necesita, se complace en usarnos. En otra ocasión escuché otra frase muy buena: "Lo que Dios te manda hacer, si no lo haces, otro lo hará; pero nadie hará lo que tú no hiciste." Tampoco sé quién lo dijo, debo pedir disculpas a los autores de estas frases.
Para concluir, debo decir, aunque me tilden de hereje, que es sumamente necesario que nuestras congregaciones actuales se detengan por unos instantes a reflexionar si están sirviendo al Señor de la obra, o están trabajando el la obra del Señor. Suena parecido, muy similar, pero no lo es, se los aseguro.
¿Cómo es tu congregación? ¿Cuál es la importancia que se le da al Señor Dios de todo el universo? ¿Qué tanto están tus líderes atareados en "hacer" cosas para "Dios"?
Ojalá muchos pastores lean este artículo y coincidan con este pensamiento. Nada más. Creo que por ahora he dicho todo.
(Gracias por la imagen Adoradores-MX)
0 comentarios:
Publicar un comentario
Deja aqui tu comentario acerca de esta entrada