1 de abril
Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos. 2 Cor.4:8-9
Jorge Matheson, el gran predicador escosés, escribió las siguientes palabras cuando supo por intermedio de un ocultista que se iba a quedar ciego:
¡Oh amor que no me dejarás
descansa mi alma siempre en tí;
es tuya y tú la guardarás
y en el océano de tu amor
más rica al fin será!
El escribió también lo siguiente: Hay momentos cuando las cosas parecen muy oscuras, tan oscuras que aún tengo que esperar la esperanza. Una promesa que demora en cumplirse trae consigo dolor, pero esperar la esperanza, no tener el menor vislumbre de esperanza sin desesperar; no tener sino noche oscura delante de la ventana, pero mantenerla abierta para ver las posibles estrellas; tener un vacío en el alma, pero reservarlo para que no lo llene una presencia indigna, ¡es la más grande paciencia del mundo! Es Job en medio de la tormenta; es Abraham caminando hacia Moria; es Moisés en el desierto de Madián, es el Hijo del Hombre en el jardín del Getsemaní.
Se necesita verdadera fe para ver el arcoiris en medio de la lluvia, pero se necesita una nube con agua para que se forme el arco. Jorge Matheson aprendió a tener confianza infantil en Dios, y su testimonio ha bendecido a millones de personas desde su generación.
¿Qué hacer entonces? ¿Sentarnos y decir
la noche llegó, el día ha pasado?
Pero cuando la luz del crepúsculo vemos disminuir
las estrellas, invisibles en el día,
el cielo van llenando.
¿Por qué te abates? Espera en Dios. ¡Yo aún le alabaré!
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